Escrito

Cuyo recuerdo renueva mi pavor, pavor tan amargo, que la muerte no lo es tanto.

El fuego que despedían sus ojos me causó tal turbación, que perdí la esperanza de llegar a la cima.  Y así como el que gustoso atesora, se entristece y llora con todos sus pensamientos cuando llega me hizo padecer aquella inquieta fiera, viniendo a mi encuentro, poco a poco me repelía hacia donde el sol se calla.  Presento a mi vista, por su prolongado silencio parecía mudo.

Si he comprendido bien tus palabras tu alma está traspasada de espanto, el cual se apodera frecuentemente del hombre, cuando se introduce en la oscuridad.

“Por mi se va a la ciudad del llanto; por mi se va al eterno dolor”, el sentido de estas palabras me causa pena.

¿Qué cruel dolor les hace lamentarse tanto?

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